miércoles, 18 de marzo de 2015

Gracias a la vida

A la vuelta de los años la vida toma perspectivas diferentes, de niños los días son lentos e interminables y nos ahogamos en un sin fin de actividades de esparcimiento ya sea en casa o con la palomilla del barrio, nos preocupamos por el momento, no pensamos lo que vamos a hacer en la tarde, no hay plan.

Al paso del tiempo comenzamos a adoptar frases como, “¡Vaya, ya es diciembre!” O, “recién terminó la Navidad y mira, ya vamos en semana santa”, y cosas por el estilo; maduros y crecidos se nos va en planear con anticipación los días e inclusive programamos ponernos pedos el fin de semana, o algún plan más ortodoxo, salir con los amigos, la familia, etc.

Ya de viejos amanecemos agradeciendo al todopoderoso el día y lo que venga. En la siguiente mañana ni se piensa, solo que si se amanece, ya es ganancia. Ley de vida.

Hice esta rápida reflexión mientras estaba en un puesto de hamburguesas de barrio, puestos callejeros que son muy socorridos y evitan la faena de cocinar en casa, amén de que son baratos comparados con franquicias transnacionales de hamburguesas y demás comida chatarra.

Me gusta sentarme en la barra de estos lugares, me gusta la acción de observar y escuchar el ir y venir de meseros, cocineros y cajeros, llamándose a gritos, pidiendo ordenes de manera apurada, la gente se amontona y hay que servir rápido.

Me tomó la orden un hombre de unos sesenta años o un poco más, me sorprendió su capacidad de retener órdenes, establecer prioridades, mandar a los meseros que tal o cual iba para el coche gris de enfrente y la otra para el blanco, este último quería su hamburguesa partida a la mitad, pedía que le rellenaran las “catsuperas” (botellas para la cátsup) y que pusieran la mesa para nuevos comensales, “ándale, pon la sal, los chiles” –gritaba-.

Sentí admiración al ver que la frente goteaba de sudor y no se rajaba, en el momento y por la presión y carga de trabajo, confundió algunas órdenes pero salió avante.

Vi también que a cada equivocación, el joven mesero de no más de 20 años de edad, o la cocinera, de algunos cincuenta años compartían miradas de complicidad o hacían gestos de desdén como diciendo, “otra vez se equivocó”, pensé para mis adentros, ¿Que no se dan cuenta de que todos vamos para allá? Hacían gestos a sus espaldas, ni siquiera lo hacen frente a él, cobardes... Pero el señor no perdía ritmo ni se inmutaba, continuaba ordenando, cobrando, sirviendo y poniendo las papas en la freidora.

Date cuenta que todos seremos viejos alguna vez, la memoria nos fallará, nos volveremos lentos, nuestro físico no será optimo, aun y cuando nos hayamos ejercitado durante la juventud.

Es una lástima, vivimos en una sociedad donde los viejos son desechables y pueden ser discriminados sin problema alguno y con el consentimiento de la sociedad que respeta más a un perro callejero que a una persona mayor.

"Cuidado con ese viejito, deja que pase", o "sácale la vuelta, va muy despacio", o alguna señora "fresa" en el supermercado haciendo cara de desaprobación y desesperación porque el señor "cerillito" le empacó el detergente con una mantequilla, por ello será severamente castigado y en lugar de darle cinco pesos, ahora le dará dos.

Deberíamos de aprender de ellos. Nos llevan años y años de experiencia, lo que hoy es asombro para nosotros, para ellos es experiencia vivida, ya lloraron, sonrieron, experimentaron, se cayeron y se levantaron, escucha a los viejos, ellos son blues de vida de carne y hueso, respétalos.

Por cierto, esas hamburguesas están en la esquina de Matamoros y Pedro Agüero en el centro de la ciudad, te las recomiendo, “Don Hamburguesas” te recibirá con una sonrisa, tal y como lo hizo conmigo.

Semanas después, un viernes por la noche fui con Don Hamburguesas de nueva cuenta, ésta vez no había lugar en la barra, ahí donde ocurre la acción de satisfacer al comensal. Me senté en una mesa al lado del carrito, y como me iba a perder la película de Don Hamburguesas y compañía, decidí comenzar a comer prójimo en lo que me tomaban la orden y la servían.

Menudo lugar en el centro de la ciudad, perdido en una calle poco transitada pero que a la hora de que el negocio abre y cae el sol, renace en un ir y venir de carros buscando estacionarse.
Muchos comiendo en el coche, unos pidiendo para llevar y otros, como yo, comiendo ahí, en la calle, disfrutando de la brisa fresca de la noche y llenando la tripa.

Me gustó ver a un padre y su hijo de alrededor de tres años, ver como jugaba con la carriola por la banqueta, iba y venía hecho madre, llegaba a la esquina y de regreso mientras reía y gritaba. Se hartó de hacerlo y comenzó a buscar piedritas en el suelo, observaba que su papá trataba de disuadirlo de tomar piedras meadas por perros o gatos, su papá le contaba con los dedos, uno, dos, tres, cuatro, le daba risa al chiquillo, y causaba ternura ver como gritaba, ¡cinco! Y volvía a las piedritas.

Había una pareja de novios que convivían al más puro estilo de las relaciones de nuestro tiempo, chateando cada quien en su celular, bonito amor, pensé. Y como su amor era aburrido, fue solo la estampa y ya.

Había más gente que no vale la pena mencionar pues su cara era un mutis de emociones, solo esperaban con cara de, a ver a qué hora.

Don Hamburguesas estaba ahí. hablaba más arriba de su frente perlada de sudor y del apuro por servir en tiempo y forma a los clientes.Mencioné también a la señora que cocinaba molesta por las órdenes confundidas y los jovencitos que intercambiaban miradas cómplices, mofándose de sus equivocaciones y  su aprehensión para atender como se debe a un comensal.

Hoy todo era diferente para Don Hamburguesas. Llamó mucho mi atención verlo fresco, plácido, a gusto en su silla, usaba mandil pero no tomaba órdenes como la vez anterior, observaba la operación del negocio… Me pregunté, ¿Por qué ya no estaba al frente del puesto? ¿Qué hacía sentado? ¿Descansaba acaso? No me contesté, solo pensé que finalmente el equipo había entendido que necesitaban más de él dirigiendo y no operando el negocio.
He declarado en ocasiones anteriores, “soy romántico e idealista”, apliqué ese idealismo en el entorno de Don Hamburguesas, donde él es el rey del changarro y gobierna, ni más, ni menos.

No terminé mi gringa y pedí el resto para llevar, pagué, y disimuladamente lo observé, su mirada era de paz y tranquilidad, le sonreí, di las buenas noches y manejé a mi casa con su imagen en mi mente y la risa del niño en mis oídos. Don Hamburguesas, no me atendió personalmente, solo  sonrió… Igual que la vez anterior, y me gustó más su blues de vida.

Esta historia urbana tiene una relación muy cercana con el video adjunto, Buddy Guy y BB King, dos grandes y viejos del blues, agradeciendo lo recibido a través de la vida.



sábado, 14 de febrero de 2015

Parchado del corazón

Al paso de los años, el alma cambia. Al inicio de la adolescencia la prioridad es apuro por conocer y devorar el mundo a tarascadas, vienen los primeros alcoholes que en ocasiones rayaron en el exceso y se aprende a chingazos, algunas veces te quedaste tirado en una fiesta completamente ebrio, vomitaste en cada esquina y rincón de la casa huésped donde el baile se llevaba a cabo; los mareos derivados de probar el tabaco por primera vez también son parte de la experiencia de crecer, se dieron los primeros amores y desamores y toda clase de emociones en un incesante avance, el alma siempre ávida de conocer y experimentar.

Hoy, ya crecido, veo que esa alma joven fue dura, implacable e insensible, no percibía el valor real de la vida, en el pasado el oropel y las falsas ilusiones y amistades deslumbraban, pero no percibía lo que la vida realmente vale.

Esto es otra cosa que madurez adquirida, pasa el tiempo y no puedo evitar hacer una analogía que me platicaba mi papá, con los ojos vendados pruebas dos bebidas, una gran copa rebosante de un liquido amargo y otra copa pequeña con una bebida dulce, alguien pregunta cuál de las dos se prefiere, la respuesta es obvia, pero quien pregunta, también ordena y se emite la directiva de beber la copa grande con la bebida amarga y de la dulce solamente un pequeño sorbo deberá beberse.

La vida está llena de tragos amargos, esos hay que tragarlos por completo y rápido, no debes voltear hacía atrás ni para recordarlos, solo exprimir lo que pueda aprenderse de lo malo y seguir.
De la copa dulce se deberá aprender que los momentos dulces de la vida, son con frecuencia menores por lo que hay que aprender a disfrutarlos, saborearlos y vivirlos de una manera intensa.

Esto no es ser derrotista, muchas personas que lean esto dirán, pobre pendejo, vive más momentos jodidos que buenos, pero no es así, la vida es así, se aprende de los golpes que recibimos.

Siempre he sido idealista y romántico, creo en la gente buena, creo que existe mucha bondad en el mundo y aunque hoy día sigo creyendo, me doy cuenta de que no es tanta la gente buena que te rodea como yo pensaba, he recibido golpes duros y he notado que algunas veces, entre más cercana y grande es la amistad o parentesco, éste es proporcional al tamaño de la decepción.

De niño nunca fui el favorito de la familia ni el consentido, mi primo escondía sus juguetes cuando notaban que yo llegaba y lo curioso del asunto es que lo hacían frente a sus propios padres, tíos  y abuelos, mi mamá hacía una mueca de decepción pero apechugaba, familia al fin –pensaba ella-, hoy, ese primo envidioso y avaricioso al que los mayores solapaban, no ve a su madre, que por cierto, aun vive, y ella -mi tía-, cada que me ve me dice que me quiere montones, y me pregunto porque… ¿Conciencia maldita acaso?

Hace algunos meses salió a la venta un compacto del cual me impactó sobre manera una canción, Fare thee well de Nick Moss, gran disco por cierto, aunque esta canción que menciono es algo excepcional, “que te vaya bien”, titulo traducido, habla de alguien que era muy cercano pero de un tiempo para acá se ve lejano y distante, el coro es una recomendación a usar esa bondad y amor que muchas veces, mezquinamente escondemos, “si no la usas, sabes que la perderás”.

Afortunadamente aun uso mi corazón, a pesar de los pesares lo sigo usando. Existe bondad aun, y vale la pena. Concluyo pensando que sin importar que suceda, el alma cambia, pero no pierde la esencia, solo se fortalece, dentro de ella siempre hay algo bueno que ver, palpar y rescatar, sin importar que tan parchado y jodido esté el corazón.


viernes, 16 de enero de 2015

Mis primeros blueses de vida III

Mis primeros blueses de vida III

Así transcurrió el tiempo con mis amigos rocanroleros, descubriendo cosas interesantísimas, recuerdo que nos maravillábamos con la pesadez y lo rápido que tocaban las canciones los de Motörhead, admirábamos a Lemmy Kilmister y su voz aguardentosa, mi amigo el Loco imitaba la voz de él y nosotros nos reíamos, pero le salía bien.

Durante la preparatoria tuvimos oportunidad de ver algunos conciertos que considerábamos un evento de grandes magnitudes y no era otra cosa que bandas traídas de Monterrey, se me viene a la mente uno de los mejores conciertos que vimos por aquí en el Paraninfo del Ateneo Fuente, eran Foco y Epitaph, fue algo memorable, todos íbamos vestidos con nuestras mejores fachas de rocanroleros, yo usaba una camiseta sin mangas con la bandera británica y alrededor de 20 broches de bandas de rock que fueron admirados por un montón de raza, chidos tus broches, decían… usaba también pantalón azul y tenis.

Nos reventamos en la tocada, a ese raquítico espectáculo teníamos acceso, no había más… Solo bandas locales armadas con chavos de familias con recursos monetarios holgados y con el poder adquisitivo necesario para comprar todo el equipo y formar una banda de rock, algo que al menos en mi mente vivía casi como una realidad, realizar el sueño “guajiro” de ser todo un rock star, pero nunca se cumplió. Aún recuerdo haberme encontrado a mi primo Marco casi al final del concierto, sin camiseta y con cara de apuro, primo, ¿no has visto mi camiseta? Siempre la perdía en los conciertos, así era y sigue siendo de prendido mi querido primo.

Casi al final de la preparatoria, otro buen amigo a quien llamaré Fransua, llevó un LP de una banda de nombre Metallica, ¡Era algo fuera de este mundo! El ritmo era rapidísimo, pesado, las guitarras agresivas, las voces berreaban las letras de una manera por demás hipnotizante, nuestra mente volaba con la banda, abríamos los ojos grande, movíamos la cabeza de manera aprobatoria, vaya, que buen rock.

Llegó el tiempo de separarnos y tomar cada quien su camino en la escuela profesional. Durante ese tiempo yo seguí con mi estrategia de años de comprar discos que no conocía en lo absoluto y debo confesar que pocas veces me equivoque, la gran mayoría de las veces acerté en mis elecciones.

Pasaron varios años y yo vivía en el rock clásico, hasta que un buen día, el trabajo me llevó a conocer a Alex, él me regaló un compacto de recopilación de blues, mi vida y hábitos musicales cambiaron desde entonces, este suceso tuvo lugar a finales de 1998, así que te podrás dar cuenta que mi afición ya declarada por el blues llega tarde en mi vida, aunque como he dicho en innumerables ocasiones, mi gusto por el blues viene desde finales de la década de los setenta, solo que no sabía que eso que tanto me gustaba, era llamado blues.

Una vez con ese compacto en mi poder comencé a abrir los ojos y darme cuenta que mi amor por esta música había existido siempre en mi alma, aun hoy día no dejo de sorprenderme de ello. En cuanto comenzó la invasión de los compactos sobre los viniles me fijé la idea en la mente de comprar todos y cada uno de los que ya tenía en acetato, y eso hice por varios años, pero tan pronto cayó ese bendito disco en mis manos, la idea original desapareció por completo. ¿Qué sentido tiene seguir comprando discos que has escuchado hasta el cansancio? Me preguntaba. Así que comencé a leer biografías, discografías, conocí músicos de blues en persona, me suscribí a revistas tanto virtuales como en papel, todo esto me llevó a enterarme de festivales de blues, y descubrí dos en el Valle de Texas.

Mi trabajo me ha dado la oportunidad de conocer varias partes de Estados Unidos y Canadá e invariablemente, junto a la reserva de hotel y coche, navego por internet a ver qué conciertos me encuentro a donde viaje.

Este viaje de blues relativamente corto ha sido intenso y muy nutrido, el blues también me llevó a consolidar otro de mis sueños de niño, mi programa de radio y mejor aun, en XEKS, ahora XHKS, Jesús López Castro a quien escuché desde mis años de niño-adolescente y lo sigo haciendo hasta la fecha me dio esa oportunidad, la cereza del pastel fue el descubrir el gusto por escribir, y que mejor, que hacerlo acerca de blues… Esto es el blues de mi vida hasta hoy, la historia se sigue escribiendo…










jueves, 15 de enero de 2015

Mis primeros blueses de vida II

Mis primeros blueses de vida II

En el texto anterior me quedé en el inicio de contarte sobre mi inicio en las filas del rock y de lo que escuchaba siendo jovencito y de cómo mis primos mayores me indujeron en este fascinante mundo llamado rock.

Transcurrió la secundaria en donde musicalmente hablando fui segregado, si, vilmente segregado, durante ese tiempo, mis amigos del barrio de San Luisito donde crecí y viví hasta mis veinticuatro años, traían de moda a The Bee Gees y una bola de discos de acetato de colores amarillo, naranja y rojo que contenían canciones de música disco que duraban eternidades, debo confesarlo, fui víctima de esta música por casi tres años, mi oasis rocanrolero se limitaban a Foghat, Grand Funk Railroad, Led Zeppelin y Kiss.

Mi papa tenía por esos tiempos un aparato tocadiscos, grabadora, radio AM, FM y onda corta de una marca que jamás he visto nuevamente, Silvano. El aparato en cuestión resultó ser sufrido como burro y siempre listo para mis muy demandantes necesidades de alto volumen y uso rudo, con mis raquíticos ahorros iba a las tiendas de electrónica que estaban en el centro de la ciudad y compraba bocinas y tuiters baratos, también debo decir que cometí actos realmente insanos, ultrajaba los radios de mis abuelos y los vandalizaba extirpándoles las bocinas, pero tengo una justificación, todo ello era en pos de la buena música y de mi aprendizaje y formación como rocanrolero, ¿Qué hay de malo en ello? Nada, bueno, eso creo.

Al poco tiempo mi padre, siempre con el gusto por la música se animó a comprar un estéreo marca Panasonic usado, pero en bastante buen estado y las manos de quien esto escribe fueron prueba de fuego para demostrar de que estaba hecho el nuevo miembro de la familia. Durante los tres años de mi escuela secundaria compre bastantes discos de acetato, bastantes significa poco mas de 120 discos, una colección considerable si tomas en cuenta que era solo un chamaco de no más de quince años y de recursos económicos muy limitados, uno de esos discos que por cierto compre a ciegas era un acetato de Uriah Heep, que atacó mi cerebro y lo volvió loco.

Prácticamente todo el dinero que caía en mis manos era destinado a comprar música. Volviendo un poco al tiempo en que Zeppelin era mi todo, mi padre llegó a pensar si yo consumía drogas o algún tipo de estupefaciente y de hecho una vez me lo preguntó, a lo que categóricamente respondí con un seco y cortante no.

Dos años después de concluir mis estudios en la secundaria, años que considero oscuros en cuanto a música se refiere, conocí a quienes hasta estos días son mis amigos, nuestro común denominador en esta amistad de años era y sigue siendo el rock, tuve acceso a bandas como Iron Maiden, Deep Purple, Judas Priest, Scorpions y toda esa pléyade de músicos que protagonizaron el “glam rock”, con ellos, mis amigos, a quienes cariñosamente nombrare por su apodo el Loco, el Buzo y el Abuelo, viví horas interminables de buena compañía mientras escuchábamos música, intercambiábamos discos y grabábamos en cassettes recopilaciones a nuestro gusto de lo que nos llamaba más la atención, fuimos del rock a la música clásica, al flamenco de Paco de Lucia y regresábamos al progresivo, conocimos a Kansas y Jethro Tull y admirábamos la fusión de instrumentos como violines y flautas pero no sabíamos como nombrarlo, era solo rock progresivo, después supimos que era una mezcla de folk y rock muy elaborado. Bueno, ¿Y el blues? ¿Dónde queda? Espera la siguiente y última parte de esto y lo sabrás…



miércoles, 14 de enero de 2015

Mis primeros blueses de vida

Mis primeros blues de vida

Por años viví como muchos adolescentes jóvenes rocanroleros de mi generación, inmersos en la pirotecnia y teatro de Kiss y su música, muy buena debo admitirlo.

Mi despertar al rock fue por influencia de mi papá, quien tenía discos de Los Teen Tops, Los Apson, Los Locos del Ritmo, Cesar Costa, Johnny Laboriel y Angélica María entre otros de ese género popotero del rock.

Al no tener aun independencia económica o al menos recibir el tan soñado “domingo”, me limitaba a escuchar lo que papá compraba, mi cerebro procesaba también la música de Los Panchos, Los Tres Ases y Los Diamantes, devoraba los discos del viejo. Tenía doce años de edad e ingresaba a la escuela secundaria al tiempo que conocía nuevos amigos, nuevas generaciones y me sentía maduro como cualquier puberto entrando a la adolescencia.

Al inicio del año escolar, uno de mis nuevos compañeros me invitó a su casa un día por la tarde, teníamos que hacer tarea juntos, pero terminamos escuchando música. Fue ahí donde comencé a ampliar mi gusto por el rock, el disco que me mostró era Stone Blue de Foghat. Mi influencia “kissmaniatica” hizo que mi compañero me mostrara unas botas de plataforma y plateadas que en ese entonces me parecieron geniales, yo quería y soñaba con tener un par así e ir los viernes a la escuela, día en que no llevábamos el aburrido uniforme gris y azul y nos vestíamos con nuestros pantalones favoritos en la intención de querer mostrar una identidad con los amigos.

Volviendo al disco de Foghat, quedé prendado de esa grabación y sigo así hasta estos días, no tenía la mas mínima idea de quienes eran, el único acceso a información sobre rock eran algunas revistas, una de ellas –mi favorita- era “Conecte”, la otra era “Sonido”, que contenía una mejor producción y calidad en la presentación, -considerando que en ese tiempo la información rocanrolera era muy limitada y llegaba a México con un desfase de hasta un año-, la revista Conecte era de lo mejor.

Así, con Foghat en mi cabeza, invertí mis raquíticos ahorros en comprar ese disco que me había impactado. Me aprendí la letra de las canciones, el orden de ellas y los nombres de los integrantes de la banda y por años viví con un par de preguntas acerca del disco. ¿Porque ninguno de los miembros de la banda aparece como autor de la canción Sweet home Chicago y en su lugar aparece un tal R. Johnson?, ¿Quién es E. James en la canción It hurts me too? Esas dos canciones las escuchaba una y otra vez, mis papás debieron haber tenido una paciencia infinita al tener que soportar la cantidad de veces que escuchaba las mismas canciones.

Al poco tiempo y por primera vez, mi papá me llevó a Nuevo Laredo, Tamaulipas, mi tío –hermano de mi papa- tiene dos hijos con algunos mas años que yo y según recuerdo, tocaban en una banda de rock, lo cual forjaba una imagen en mi mente de idolatría y admiración por mis dos super primos, siendo yo aun un “güerco”, y medio latoso por cierto, mi primo Gerardo, cariñosamente me tomó del brazo y me dijo, “ven primo, déjame te enseño un disco”, prendió el estéreo, puso los audífonos y me dijo, escúchalo, ahora pienso que más que instruirme en la música lo que querían era calmar mi energía, el disco en cuestión para calmar a la bestia era el primer álbum de Led Zeppelin, al igual que Stone Blue, me llegué a aprender de memoria todo lo relacionado con este disco, y mas nuevas preguntas surgían, ¿Quién es ese tal W. Dixon en la canción I can’t quit you baby, y You shook me? Esas canciones también las escuchaba hasta el cansancio que jamás llegaba. Luego de que me harté de Zeppelin, llegó mi primo y creo que vio cierta expresión de gusto en mi cara que lo llevo a tomar otro disco y decirme “ahora escucha esto”, ese “esto” era el álbum negro en vivo de Grand Funk Railroad, vaya manera de ingresar a las filas del rock, escuché ese álbum doble de inicio a fin con muy buen sabor de boca, al final regresé a Zeppelin, mi primo se dio cuenta de ello y me dijo “ah, primo, te gustó lo denso” y solo atiné a sonreír. Te narro esta anécdota para hacer notar que yo ya era victima del blues, pero pasarían años para que me diera cuenta de ello. Eso te lo contare en otra ocasión.











Silencio

Silencio
Las rutinas frecuentemente causan hastío y consecuentemente enojo, tristeza, desilusión y desinterés.
La sensación de hacer mucho y no lograr nada es inclemente en nuestro sentir. Llegamos inclusive a dudar de nuestras propias capacidades. Chingada madre, si la ensarto pierdo, y si no, también, es una sensación que desasosiega la paz interior.

Vivimos rápido, siempre con la prisa de llegar a algún lugar, sea este trabajo o inclusive hasta una reunión placentera con amigos puede resultar estresante con la premura del horario, siempre corriendo.
Dejamos de hacer cosas como avisarle a alguien algún detalle por insignificante que este pudiera ser con el consiguiente reclamo de “¿Por qué no me dijiste? No sabía”, y ya después del malentendido, el necesario y obligado ofrecimiento de disculpas, “perdón, es que esto o lo otro”.

Es el día a día de mucha gente, ya sean parejas, hermanos y demás familiares, algo olvidamos durante la rutina que da en menor o mayor medida al traste, provoca un mal rato que después se supera, es obligatorio hacerlo, superarlo.

En ocasiones el silencio y aislamiento es necesario, debemos alejarnos un poco, encerrarnos en nosotros mismos, respirar la tranquilidad de la soledad temporal y posteriormente retomar prioridades, ordenar ideas, solo mientras ordenamos la mente, después nos levantamos y entramos de nueva cuenta en la vorágine rutinaria de la realidad bruta a seguir la vida.

Platicar es esencial en nosotros los humanos, fuimos creados sin habla y evolucionamos hasta tener el poder de la comunicación verbal, sin ello no habría mucho de lo que tenemos y somos.
No tener comunicación es estancarse, es quedar en una isla, solo, pensando en que todos perciben y deben saber los sentimientos de uno.

Por otro lado, las personas que van en la recta final de la vida constantemente están en silencio, creo que hacen un recuento de logros y errores, pero desgraciadamente eso los va acabando poco a poco. Un amigo me contó que su mamá está enferma, de haber sido una mujer activa y con una profesión noble, la de la enfermería, ahora es una persona que ve las cosas desde una perspectiva muy diferente, ahora es callada, ensimismada y cito una frase que les dijo a sus hijos mientras pasaban un rato agradable en una playa, “no me gusta el mar porque es triste, su agua es salada como las lágrimas, toda esa agua es la tristeza del mundo, es las lagrimas de un bebé que nace y las de una madre que pierde un hijo”, uno de sus hijos dijo que también hay lagrimas de felicidad, también son saladas –contestó-, llevamos el mar dentro de nosotros y el mar es triste.

Keep talking de Pink Floyd me inspiró esto, hay que hablar, comunicarse y evitar convertirnos en perfectos desconocidos y ahogarnos en nuestros propios problemas.
La letra dice al inicio que por millones de años vivimos como animales, después sucedió algo que liberó el poder de nuestra imaginación, aprendimos a hablar...